A lo largo de la historia, escritores y filósofos nos ha deleitado con frases y citas célebres que después han sido tomadas a modo de afirmaciones, refranes o lecciones para la vida con intención de moraleja. Como ejemplo de ello podemos citar la frase de Cicerón “los hombres son como los vinos: la edad agria los malos y mejora los buenos”. Jorge Luis Borges nos cautivó con esta: “Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca”. Por su parte, Shakespeare quiso darnos una lección a través de la frase “es mejor ser rey de tu silencio que esclavo de tus palabras” y, con tono más irónico, pero no por ello menos crítico, Oscar Wilde dijo que “uno debería estar siempre enamorado. Por eso jamás deberíamos casarnos”.
Pero hoy no vamos a hablar de las frases que los escritores pronunciaron en vida, sino las que le acompañarán en la eternidad, tras su muerte. Nos referimos a los epitafios, esas (nunca mejor dicho) frases lapidarias que posan perennes sobre sus tumbas y que vienen a darnos una pista más de la personalidad del autor o de sus circunstancias.
Vicente Huidobro cumplió su deseo de ser enterrado en una colina frente al mar. Sus familiares hicieron grabar en la lápida las palabras:
“Aquí yace el poeta Vicente Huidobro / Abrid la tumba / Al fondo de esta tumba se ve el mar”.
Se dice que la lápida de Jorge Luis Borges guarda múltiples misterios relacionados con leyendas sajonas y vikingas. En el anverso aparece grabado el nombre del escritor y la frase en inglés antiguo “…Y no tengan miedo”, que está extraída de un poema sajón que narra la Batalla de Maldon.
La tumba del dramaturgo Molière está situada en el Cementerio de Père-Lachaise, junto a la de Jean de la Fontaine. Su epitafio:
“Aquí yace Molière, el rey de los actores. En estos momentos hace de muerto y de verdad que lo hace bien”.
Estas son las palabras que podemos leer en la lápida de Miguel de Unamuno:
“Méteme, Padre Eterno, en tu pecho/ misterioso hogar/ dormiré allí pues vengo deshecho/ del duro bregar”
Scott Fitzgerald y su esposa fueron enterrados en el Cementerio de Rockville, Maryland. Su epitafio es un fragmento de una de las obras más destacadas del autor, El gran Gatsby:
“Y seguimos remando, botes en contra de la corriente, llevados de vuelta incesantemente hacia el pasado”.
Y, por último, en la tumba de Shakespeare, a modo de amenaza contra quien quisiera profanar su morada eterna, se puede leer:
“Buen amigo, por Jesús, abstente de cavar el polvo aquí encerrado. Bendito el hombre que respete estas piedras y maldito el que remueva mis huesos”.
Como podéis comprobar, queridos lectores, las palabras siguen vivas sobre las tumbas de aquellos que ya no podrán escribir más.
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Saludos desde Venezuela!
#laberintosdeltiempo