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Theodor W. Adorno: Educación para la Emancipación (PDF y EPUB)

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Theodor W. Adorno está considerado como uno de los intelectuales más influyentes y brillantes de este siglo, pero su aportación pedagógica ha pasado injustamente desapercibida hasta el momento. Los grandes desastres ocasionados por el nazismo y las dictaduras le llevaron a valorar la importancia de los sistemas educativos en la construcción de sociedades democráticas. En esta obra el autor constata cómo a veces también la formación puede conducir a la barbarie y a la dominación; algo que el nazismo puso de manifiesto al propugnar en las instituciones escolares una «falsa cultura», a la vez que impedía el pensamiento crítico. Uno de los principales interrogantes que el filósofo se plantea es cómo puede este mundo, tan desarrollado científica y tecnológicamente, presentar al mismo tiempo tanta miseria. Prestar atención a lo que está sucediendo obliga a atender a la formación de las personas, analizar el papel tanto de las instituciones como de los medios de comunicación y, entre éstos, de la televisión. Capítulos como: «¿Qué significa superar el pasado?», «La filosofía y los profesores», «Televisión y formación cultural», «Tabúes sobre la profesión de enseñar», «Educación después de Auschwitz», «Educación, ¿para qué?», «Educación para la superación de la barbarie» y «Educación para la emancipación» son suficientemente sugerentes y demuestran el interés de Adorno por la dimensión emancipatoria que debe promover una educación, una cultura y una ética destinadas a la formación de personas democráticas. 







Estas conferencias se enmarcan en una serie de disputas pedagógicas que culminan en “educación para la emancipación”, el mismo año de su muerte, 1969. En particular Adorno se esmera en debatir contra las ideas del “sentido común” imperante en la Alemania post II guerra mundial y caída del nacionalsocialismo. La tesis central es que se presentan elementos de continuidad en la cultura alemana de lo que él llamará barbarie y, en particular, expresados en la escuela. Según Adorno:
"El nacional socialismo sobrevive y hasta la fecha no sabemos si como mero fantasma de lo que fue tan monstruoso, o porque no llegó a morir, o si la disposición a lo indescriptible sigue latiendo tanto en los hombres como en las circunstancias que los rodean" (1998, p.15)
Dado el formato de conferencias y conversaciones, no podré abordar la totalidad de la obra en sus especificidades, sino sólo en su fundamento y en su conclusión. En función de estos dos criterios es que desarrollaré particularmente algunos temas y debates centrales a la hora de plantear una salida contra esta barbarie que se manifestó en toda su expresión en el régimen nazi.
“Cada época produce las expresiones que le son adecuadas. Y algunas de ellas, como ‘culebrón’ o ‘desacreditar’, son muy buenas. Yo me pronunciaría con toda energía a favor de una educación capaz de llevar al descrédito.” (ADORNO, 1998, p.126)

¿Al descrédito de qué? Al descrédito del orden existente.  

Sobre la supervivencia de las tendencias fascistas en la democracia

En 1959 Adorno realiza la primera conferencia que configura el texto “educación para la emancipación” titulada “¿qué significa superar el pasado?” En ella esboza los contornos de una democracia que trae consigo rastros del pasado, tendencias fascistas que desbaratan su imagen proyectada de la felicidad, la estabilidad y la libertad post regímenes autoritarios. El agua calma que parecía traer a la rivera es un espejismo, una máscara de la razón para encubrir que las peores atrocidades son constitutivas de la sociedad burguesa en la que vivimos, fuera de los regímenes políticos, fuera del ropaje del cual se recubra. Aunque, afirma, “la supervivencia del nacionalsocialismo en la democracia es potencialmente mucho más amenazadora que la supervivencia de tendencias fascistas contra la democracia.” (ib., p.15) ¿Por qué? Tanto por factores actuantes como la asimilación de las tendencias fascistas y su naturalización en la vida cotidiana, como por las potencialidades de las mismas que auguran un posible retorno de la barbarie: “si figuras sospechosas hacen su come back (retorno) a posiciones de poder, es exclusivamente porque las circunstancias les son favorables.” (ib., p.16)  

La culpa y la destrucción del recuerdo

El hecho de que estas tendencias fascistas perduren tiene su propio mecanismo: el sentimiento de culpa es uno de ellos. Sin embargo, caben dos lecturas posibles: la primera es que “el pasado terriblemente real pasa a ser convertido en algo anodino, en mera imaginación de los que se sienten por él afectados” (ib., p.17), esto es, se utiliza a la culpa para evadir y quitarle peso al pasado. En Chile no pasa algo muy distinto y varios ejemplos tenemos de esto. Es lo que quiso relatar, desde España, Roberto Bolaño en su libro “El Nocturno de Chile”. Desarrollo el ejemplo: El cura Lacroix, personaje principal de la obra, plagado de culpabilidad, narra su propia vida y sus propias monstruosidades cometidas en plena dictadura militar en un estado de delirio febril. Es que se ve empujado, al final de sus días y ya en democracia, a contar su historia para librarse de todo pecado y, con ello, de toda culpa. La culpa se transforma en una verdadera enfermedad que le carcome la piel, los pensamientos. Aparecen frente a él fantasmas, alucinaciones (el joven envejecido) que le recuerdan su barbarie, su participación en el régimen militar. Pero su historia es unilateral, responde a sus propios recuerdos y mientras menos se ahonde en los hechos sucedidos, mejor, mientras más superfluo y anodino sea el relato, el recuerdo no se hará presente ni en él, ni en quién escuche (en alrededor de 100 páginas el cura relatará nada menos que toda su vida). La culpa actúa como puente entre una realidad oculta que clama por aparecer y hacerse consciente, y un imaginario creado para ocultar la barbarie. Pero este cura que le hizo clases de marxismo a la junta militar también participó en tertulias literarias que sesionaban en casas de tortura y se convirtió en el mayor crítico literario de Chile. Las luces titilaban por la picana eléctrica aplicada a los presos políticos en el subterráneo, mientras en el living room se leía vasta poesía. Poder político, poder religioso, poder de clase gobiernan la cultura, aquí la culpa es un mero escape, una victimización para convencer que todo pasó, que nada queda, ni siquiera el cristal con que se mira (Parra en su poema “Es Olvido”), incluso desde el terreno cultural que es el que le interesará particularmente a Adorno.
La segunda es otro tipo de enfermedad que diferencia al “hombre culpable” del “hombre sano y realista que vive en el presente y se dedica a sus fines prácticos” (ib, p.17). Sobre esto Adorno menciona que: 
tal consecuencia sacaría la moral de aquel ‘es tan bueno como si no hubiera ocurrido’, que proviene de Goethe, pero que es dicho en un pasaje decisivo de Fausto por el demonio para desvelar su principio más profundo: la destrucción del recuerdo. A los asesinados ha de serles sustraído así también lo único que nuestra impotencia puede regalarles, la memoria. (ib., p.17) 
El hombre culpable no vive el presente y, con ello, no disputa la realidad. 










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