Colección en 40 Tomos de los grandes textos de Homero, Platón, Aristóteles, Ovidio, Aristófanes, Séneca y todos los demás autores clásicos imprescindibles, presentados por los más especialistas más prestigiosos.
Azorín nos da una visión dinámica de clásico, el cual debe reflejar la sensibilidad moderna y por lo tanto estar en constante evolución junto con la sensibilidad de las nuevas generaciones. Un clásico estático es un clásico muerto.
Borges piensa que es peligroso "afirmar que existen obras clásicas y que lo serán para siempre" porque el carácter de clásico no le viene dado a una obra por sus cualidades o méritos intrínsecos, sino por acuerdos y decisiones previas de generaciones de lectores que "han decidido leer como si en sus páginas todo fuera deliberado, fatal, profundo como el cosmos y capaz de interpretaciones sin término".
Gadamer distingue entre el aspecto normativo y el aspecto histórico de lo clásico, cosa que ya habían hecho antes Herder y Hegel, y entre la validez permanente e imperecedera de lo clásico y su función como mediador histórico, como engarce entre épocas.
Para Italo Calvino un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir, es un libro de relectura, de descubrimiento constante, cargado de huellas y señales, que suscita incesantemente "polvillo de discursos críticos" y que en definitiva sirve para definirse a uno mismo en relación o quizá en contraste con él.
En todo caso un clásico forma parte de una continuidad cultural y representa una influencia, consciente o inconsciente, ineludible para todo aquel que lee y escribe dentro de esa cultura. Cultura que lleva escondidos en todos sus pliegues las marcas de sus clásicos.
Azorín nos da una visión dinámica de clásico, el cual debe reflejar la sensibilidad moderna y por lo tanto estar en constante evolución junto con la sensibilidad de las nuevas generaciones. Un clásico estático es un clásico muerto.
Borges piensa que es peligroso "afirmar que existen obras clásicas y que lo serán para siempre" porque el carácter de clásico no le viene dado a una obra por sus cualidades o méritos intrínsecos, sino por acuerdos y decisiones previas de generaciones de lectores que "han decidido leer como si en sus páginas todo fuera deliberado, fatal, profundo como el cosmos y capaz de interpretaciones sin término".
Gadamer distingue entre el aspecto normativo y el aspecto histórico de lo clásico, cosa que ya habían hecho antes Herder y Hegel, y entre la validez permanente e imperecedera de lo clásico y su función como mediador histórico, como engarce entre épocas.
Para Italo Calvino un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir, es un libro de relectura, de descubrimiento constante, cargado de huellas y señales, que suscita incesantemente "polvillo de discursos críticos" y que en definitiva sirve para definirse a uno mismo en relación o quizá en contraste con él.
En todo caso un clásico forma parte de una continuidad cultural y representa una influencia, consciente o inconsciente, ineludible para todo aquel que lee y escribe dentro de esa cultura. Cultura que lleva escondidos en todos sus pliegues las marcas de sus clásicos.
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